La industria de la seda en el Reino de
Granada era uno de los pilares de su economía, tras la destrucción que el
conflicto armado provocó durante el levantamiento de los moriscos 1568-1570,
quedó claro la importancia de este sector.
Documentos cruzados entre los consejeros
de Felipe II y las autoridades locales revelan la necesidad de una recuperación
rápida de la actividad sedera para el sostenimiento económico del reino de
Granada.
Durante el conflicto no solo existían
dificultades a la hora de trasladar el producto a la alcaicería, sino también
se estaban destruyendo las materias primas necesarias para su elaboración.
Al finalizar el conflicto, se evaluó la
situación y se empezaron a llevar a cabo medidas para la reactivación de este
sector aunque éstas no terminaron de cuajar.
Desde el fin del levantamiento hasta
finales del siglo XVI, la producción sedera atravesó una grave crisis, es
significativo ver que doce años después del fin de la rebelión las
repercusiones sobre la producción de la seda eran todavía catastróficas, no
llegando a superar más del 42% de la producción alcanzada antes de su comienzo.
Se puede apreciar una mejoría en las
primeras décadas del siglo XVII, se alcanzan las cifras de 1953, esto pone de
manifiesto que las medidas adoptadas por el juez de comisión a partir de 1598
estaban dando sus frutos, aunque seguían estando lejos de la producción
alcanzada antes del levantamiento.
A finales del siglo XVII se produjo un
descenso y posterior estancamiento en la producción que parecía coincidir con
el colapso de la industria y el comercio sederos.
Algunas causas fueron cambios producidos en
los cultivos en algunas zonas del Reino, se introdujeron nuevos cultivos en
zonas tradicionalmente ocupadas por las moreras, como es el caso del cáñamo en
la Vega de Granada y de la vid en la Alpujarra.
Unido a las destrucciones por las
condiciones ambientales y la aparición de nuevos cultivos debemos destacar las
condiciones de abandono generalizado del cultivo de las moreras, las talas y quemas indiscriminadas.
Las actividades agrarias
especulativas (la caña de azúcar y la ganadería) fueron las que se desarrollaron más y
compitieron por el espacio con las moreras.
La caña de azúcar, cultivada desde época nazarí, dio un
salto cualitativo y cuantitativo justamente después del término del
levantamiento morisco, hay que decir que soportaba una menor presión fiscal. El caso de la ganadería fue similar, su expansión podría
explicarse por el relanzamiento del comercio de la lana, necesidad de escasa
mano de obra (parte del territorio granadino repoblado tuvo un serio
déficit demográfico) y que las tierras que hasta ese momento se habían
cultivado intensamente se encontraban abandonadas, además, era una actividad conocida
por los nuevos pobladores, por lo que no se precisaba adaptación ni
aprendizaje.
No debemos dejar al margen aquellas cantidades de seda
que pudieron haberse sustraído al recuento de los arrendadores y gelices
mediante fraude.
En el siglo XVIII la industria sedera tuvo una época de prosperidad llegando a romper incluso los rígidos moldes gremiales.
En 1747 nace la Real Compañía de Granada, con la finalidad de establecer fabricas de seda.
La vida de esta compañía no fue larga , las operaciones realizadas al principio de su trayectoria y sus novedosos planteamientos muestran la necesidad que había de cambios profundos.
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